"Ninguna fuerza doma, ningún tiempo consume, ningún mérito iguala, el nombre de la libertad."

lunes, 21 de noviembre de 2011

Equipaje de mano. Un mundo de posibilidades.

Siguiendo con el tema de los viajes, aquí os dejo un vídeo con consejos para llevar mucho equipaje sin tener que facturar. Iré añadiendo más, que los hay. Estás invitado a contribuir.

Saludos.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Viajar con Ryanair = Vivir al Límite (Actualizada)

Ryanair es, probablemente, una de las compañías aéreas low-cost más extendidas y útiles. El hecho de conectar ciudades distantes y disponer de puntos estratégicos para moverse por toda Europa y norte de África la hacen muy interesante para los que, como a mí, nos encanta viajar... pero no a cualquier precio (osea, pagando lo menos posible).

Sin embargo, el problema de las compañías de bajo coste es intentar compensar su bajo precio (lo que no dicen es que muchas, como la que ocupa este artículo, están subvencionadas)con precios y conductas abusivas.

Dej aquí un par de enlaces en los que describen algunas de estas dudosas actividades y su cobertura jurídica. Si, por ejemplo, os piden dinero por facturar, NO PAGUÉIS.

Saludos.

-Ryanair me estafa


-Si te cobran por las maletas, reclama: Es ilegal


EDIT:
El Confidencial ha publicado algo muy gordo: Ryanair incentiva que sus trabajadores rechacen las maletas arbitrariamente premiándoles con un 1.5€ por cada maleta bloqueada.
Podéis ver el artículo aquí.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Una vuelta en bici por Florencia

Hace un par de días estuve aprovechando que no hacía nada de frío -según los toscanos, eso significa que empezará a llover fuerte pronto- y estuve dando una vuelta en bici. Puede parecer que en una ciudad turística, llena de gente, de calles poco aptas para el tráfico ciclado, ello puede ser complicado, pero no es así. Acostumbrado a moverme en bicicleta por las estrechas calles de Sevilla, esquivando turistas y transehúntes, ésto está chupado.

La magia de Florencia es que prácticamente donde vayas vas a encontrar algún lugar especial. Ya sea un monumento histórico, una vista preciosa, un artista callejero... Y claro, si vas en bicicleta puedes visitar muchos más sitios en el mismo paseo que si fueras andando. Del mismo modo, buscar calles sin tráfico rodado o sin adoquines para transitar mejor es un buen ejercicio para encontrar rincones ocultos, por los que normalmente no pasarías.

En mi particular vuelta ciclista, salí de mi casa recién caída la noche (a las seis de la tarde, más o menos) en Via Ghibellina en dirección norte por Via dei Pepi, para torcer por Via Pietrapiana y Via dell'Oriuolo en dirección Via Martelli, perdiéndome por calles comerciales y pequeñas tiendas de paquistaníes. Bajé hasta el Duomo, que me encanta ver de noche y estuve pedaleando alrededor del Battisterio di San Giovani, pasando raudo entre turistas de todos los colores y los policías municipales que controlan esa zona.


A continuación dejé el Battisterio a mi izquierda y tomé la Via Roma, hecha radicalmente para que los turistas se dejen el dinero: pasé junto a tiendas que vendían helados, pizza al taglio (“al corte”), cannoli siciliani (un dulce siciliano, como rollitos de queso ricota), tiendas de ropa y souvenirs hasta llegar a Piazza della Repubblica, donde gira un tiovivo y tocaban música unos artistas callejeros.



Poco después, pasando junto a puestos y docenas de turistas hacinados, cogí una calle a la derecha -no sé cual- y llegué a una pequeña iglesia que me detuve a ver. Encontré tiendas muy curiosas y más baratas que las que hay en el recorrido turístico. Al final de la calle, me encontré la Iglesia de Santa Trinità. Estuve unos segundos contemplando su curiosa fachada y giré a la izquierda, para cruzar el Arno por el Ponte Sta. Trinità.




Este puente no es tan famoso como el Ponte Vecchio, pero tiene tres ventajas:

1)Hay mucha menos gente y hay un carril bici, lo cual me venía genial.
2)Ofrece una vista preciosa del susodicho Ponte Vecchio.
3)Lleva al mismo sitio: a Oltrarno.

El barrio del Oltrarno (“Al otro lado del Arno”) ofrece callejuelas estupendas para pasear y perderse, como a mí me gusta. Haciendo lo propio, me metí en contra del tráfico por las calles menos transitadas y dí vueltas quedándome con interesantes trattorias y tiendas de recuerdos. La razón es simple: todo lo que está al otro lado del río es más barato que lo que está en el centro. Unos amigos tienen allí un piso y pagan menos que cualquier otro Erasmus: 250€/mes.

Pedaleando sin parar, siguiendo las cuestas arriba y abajo que hay en esta zona de la ciudad, llegué al Palazzo Pitti. Enorme, impenetrable, me hizo recordar las clases de Historia del Arte en 2º de Bachillerato. Si guardé aquéllos apuntes, debo tener un boceto de dicho palacio resaltando el “almohadillado brunelleschiano” del exterior.




Dando media vuelta, me dediqué a meterme por las callejuelas más pequeñas que encontraba. Siguiendo un rastro de bares, en los que los italianos empezaban a dar cuenta de la tradición del “aperitivo” -ya rondaban las siete de la tarde-, llegué a la plaza de Santo Spirito, que me hizo recordar la primera semana (quizás fuera la segunda noche aquí) en Florencia.




Nuevamente cogí otro camino al azar y llegué a la vera del río (el “Lungarno”). Pasé junto a las tiendas de antigüedades y los restaurantes. Me detuve junto a uno de ellos, que tiene una espectacular terraza desde la que hay una vista inmejorable del Ponte Vecchio. Seguí adelante, crucé el famoso puente justo a la hora a la que cerraban los joyeros y torné a la derecha, por el Lungarno Diaz.




Haciendo caso a mi peculiar tendencia, me metí por una calle extraña en la que nunca había estado, en cuesta. Llegué a la Iglesia de San Stefano al Ponte, hoy Museo Diocesano. Recordé que llevaba tiempo buscando ese sitio, pues en septiembre terminó una exposición de dos de mis artistas favoritos, Rodin y Dalí, que me quedé sin ver.

Di media vuelta y pasé por calles empedradas, buscando con intuición el Piazzale degli Uffizzi, con la intención de saludar a la estatua de nuestro amigo Niccolò Machiavelli. A mi otro buen compañero, Michelangelo Buonarrotti, no le vi porque, como siempre, hay obras y era difícil pasar con la bici.





Recorrí en sentido inverso lo que sería el recorrido de la Galería de los Uffizzi hasta llegar a la Piazza della Signoria, pero no pasé por allí, ya que es un recorrido que he hecho muy a menudo. En lugar de ello, en cuanto vi el marmóreo culo del David de Miguel Ángel (no el original, que está en la Galleria della Academia), torcí a la derecha por Borgo dei Neri. Esa calle tiene una pequeña cuesta y está especialmente mal empedrada, con lo cual di de bruces en el pulido suelo fiorentino.



Tras enderezar la rueda de adelante, que se había torcido, indicarle el camino al Ponte alle Grazie a unos turistas japoneses (que pretendían que yo entendiera su mapa en japonés) y lavarme con el agua de una fuente de motivos mitológicos, continué calle abajo por entre las tiendas de trabajos en cuero hasta llegar a Piazza de Sta. Croce. Aparentemente austera, la grandiosidad de esta plaza es no restarle nada de protagonismo a la imponente fachada de la Iglesia de Santa Croce, lugar de reposo de Dante -como atestigua una espectacular estatua- y de donde conservo con cariño algunos de los mejores momentos vividos en Florencia. Cada noche ha sido el sitio donde han comenzado y terminado muchas historias. Quizás algún día publique un post sobre las historias de Santa Croce.





Finalmente, recorrí los 230 metros que separan las escaleras de Santa Croce hasta la puerta de mi casa. Con el frío que he pasado en esta ciudad, el hecho de llegar sudando y muerto de calor resultaba una novedad. Subiendo las escaleras hasta mi apartamento y con la mente puesta en una buena ducha, no podía pensar en otra cosa que no fuera lo siguiente: Florencia es preciosa; recorrerla de esta manera, espectacular.


[Esta foto pertenece a Slapey]